Miles de destellos de luz
iluminan las calles,
retornamos al principio
de nuestra agitada existencia,
cuando el asombro se leía
en nuestro rostro, coronado de
ingenuidad.
Inocencia que habita en
la niñez y permite volar
tan alto como se deseé.
Esta realidad se funde con
un futuro pleno de intensidad,
y la dulzura es la magia
que cambia nuestros rostros y
aleja inquietudes y tristeza.
Solo la sonrisa de un niño
cambia y transforma nuestro mundo.
Muy dulce y real. Me gusta y también me gusta comprobar que sigues escribiendo.
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