Despliega su abrazo maternal
sobre la ciudad, como si
bajo su cuidado y su celo,
todos nuestros anhelos se
realizaran.
Con su silueta, hemos
jugado, sonriendo ante
el sol radiante del verano
y nos protege cuando
el blanco manto que
la cubre, de paso al invierno.
Siempre silenciosa, siempre
presente.
La mujer muerta, la montaña
que vigila el sueño dulce
de los niños segovianos.
Al ocaso del día, derrama
su grandeza sobre la ciudad
que cuida.
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